MIRAR LA ESCUELA DESDE AFUERA
EMILIO
TENTI FANFANI
EL “AFUERA” QUE CAMBIA
Todo cambia: la economía, la ciencia y la
tecnología, la estructura social y la familia, los modelos de distribución de
la riqueza, la morfología de la sociedad, la cultura y la subjetividad, las
instituciones y prácticas políticas. Estas transformaciones no pueden no
afectar “lo que la escuela hace y produce”. La experiencia escolar de docentes,
alumnos y grupos familiares cambia de sentido, aunque las formas de las
instituciones “permanezcan” o parezcan conservar su formato tradicional. Y esto
porque las instituciones sociales no son sustancias sino que poseen un
significado que deriva de su relación con otras.
Todo lo que sucede en la sociedad “se
siente” en la escuela. En otras palabras, todos los cambios estructurales que
se registran en las principales dimensiones de nuestras sociedades tienen su
manifestación en las instituciones y prácticas escolares.
EL DIÁLOGO DIFÍCIL Y
NECESARIO ENTRE ESCUELA Y SOCIEDAD
La escuela tiene como objetivo influir en
la formación de las subjetividades de las nuevas generaciones y, de ese modo,
prepararlas para integrarse a la sociedad en su conjunto. Por eso es importante
adoptar un punto de vista relacional para entender los complejos intercambios
entre escuela y sociedad.
En este contexto, las relaciones entre
escuela y sociedad se vuelven más complejas y dialécticas. En primer lugar, ya
no es sólo la sociedad la que tiene que adaptarse a la escuela, sino que ahora
se espera que ésta también se adapte a la sociedad, es decir, a las características
particulares de sus alumnos.
CAMBIAR
LAS MIRADAS
Es evidente que el éxito de este nuevo y
necesario diálogo entre escuela y sociedad requiere un mejor conocimiento
recíproco entre las partes. Los agentes sociales deben “mirar” a la escuela con
otros ojos. Deben conocer mejor sus objetivos, sus lógicas, sus alcances y
limitaciones, las condiciones sociales y pedagógicas del aprendizaje.
Tendemos a mirar el mundo social con
conceptos tales como “familia”, “clase social”, “Estado soberano”, etcétera,
términos cuyo significado ya no se corresponde con la realidad que designan.
Entender el presente obliga a renovar los lenguajes que se heredan del pasado.
Por eso, para captar la novedad y la complejidad de las cosas sociales del
presente, se requiere un esfuerzo de aprendizaje de nuevos lenguajes y nuevos
modos de ver la realidad.
LOS
CAMBIOS EN LA MORFOLOGÍA SOCIAL, LA CULTURA Y LOS DESAFÍOS DE LA POLÍTICA
EDUCATIVA
Todos entran en la escuela y lo hacen en
forma cada vez más temprana. Simultáneamente, los alumnos tienden a permanecer
más tiempo en las instituciones.
La morfología de las sociedades
capitalistas de alto y mediano desarrollo tiende a adoptar nuevas
configuraciones. Se habla de la emergencia de una “nueva cuestión social”.
Se observa no sólo una marcada desigualdad
en la distribución de los ingresos, sino también la aparición de fenómenos
tales como la pobreza crónica y la exclusión social. Esta combinación de la
exclusión social (es decir, carencia de empleo formal, de ingreso, de respeto y
dignidad) y la escolarización constituye un reto para la política educativa.
Es preciso que quienes están escolarizados
tengan las mismas oportunidades de aprendizaje y los mismos logros en el
desarrollo de conocimientos básicos poderosos y relevantes.
Un mejor entendimiento de la especificidad
de la cuestión social contemporánea podría facilitar una readecuación de los
“modos de hacer las cosas” y de los dispositivos escolares en función de las
nuevas características sociales y culturales de los alumnos.
LA
“EXPLOSIÓN” DE LAS CULTURAS DE LAS NUEVAS GENERACIONES
La cuestión social se mezcla con los
cambios en la cultura. La emergencia de configuraciones culturales segmentadas
por clases de edad (cruzadas por género, etnia, condición social, hábitat,
etcétera) es un fenómeno en acentuada expansión.
Una cultura adolescente o juvenil es un
lenguaje, una forma de auto presentación, una estética, un conjunto de
criterios de percepción y valoración, un mundo de fantasías y proyectos, que
muchas veces entran en conflicto con la cultura escolar.
Los docentes deben entender mejor la
cultura de los adolescentes, ya que el desconocimiento produce temor y muchas
veces es reemplazado por estereotipos, etiquetas con sus falsas expectativas y
perniciosos “efectos Pigmalión” o “profecías auto cumplidas”.
Sin esta comprensión, el trabajo y la
interacción docente- alumno, que están en la base de la experiencia escolar, se
vuelven fuente de conflictos, frustraciones y malestar para todos los
involucrados.
LAS CONTRIBUCIONES DE
ESTE LIBRO
El capítulo del sociólogo francés Bernard
Lahire comienza haciendo una revisión crítica de la tradición sociológica
francesa volcada al estudio de la compleja relación entre desigualdades
sociales y culturales de las familias y desempeño escolar de los alumnos.
La democratización cuantitativa de la
escuela y los cambios en la estructura social, la cultura y el Estado
constituyen el eje central del trabajo de Agnès van Zanten.
Entre las políticas analizadas están las
que favorecen la heterogeneidad social y cultural y la autonomía de las
instituciones escolares.
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